miércoles, 26 de septiembre de 2007

Una tarde cualquiera...

Una tarde cualquiera en la que las nubes pesan de tanto llover. He decidido esperar. Me siento nada más que para hacerlo, pero no me olvido del rito. Me siento en la esquina de mi balcón, la misma testigo de tantos saludos y despedidas, testigo de verte marchar… la misma desde la cual tú y yo viéramos calles obscuras y coches plateados, trenzándonos besos luminosos; el pasado siempre es dulce en la memoria, o casi siempre. Ya sin importancia.

Con tiempo para tomar este gran libro entre mis manos y hago como que leo pero en realidad me pregunto cómo ha sido tu vida desde que te fuiste. Y ese pasaje que truena en la cabeza pero que no entiende el corazón, “Si lo ves en tu mente, lo tendrás en tu mano”.

La tarde pasa lentamente y el viento trae el olor de tu perfume que arde en esta herida que tengo desde el pecho a la garganta… Complicado es escoger y encontrar que errores cometemos por la ceguera del corazón… te escogí a ti y ahora debo escoger dejarte; ciertamente no me das otra alternativa.

Nuevamente volveré a danzar como lo hice en el pasado y poder sentir que lo hago con soltura, con gracia y con la sensualidad que me caracteriza y aun no he perdido. Lo que ocurre aquí dentro, justo aquí donde tengo mis manos nerviosas y mis sentimientos lastimados es un acertijo sin respuesta de tantos momentos desolados que no me permiten resolver.

Nada más queda lo que queda y nada que cambiar de este mundo que dejo atrás con sus tristezas y desaciertos. Los poetas que leí me mintieron, la gente me mintió y tú... tú el perfecto "David Coperfield", excelente escapista...

Foto obtenida de: http://pedrosanz.typepad.com/photos/figurative_paintings/mujer_naranja_en_bar2.html

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